Jean Piaget

“Quien estudia a Piaget, nunca podrá mirar del mismo modo a los niños”. Prof. John Flavell

Jean Piaget nació el día 9 de agosto de 1896, en la villa Suiza de Neuchâtel. A través de la Autobiography, en la obra de E. G. Boring y colaboradores, sabemos una serie de detalles acerca de su primera infancia.
Es el hijo mayor de Arthur Piaget y de Rebecca Jackson.  Su padre, profesor de literatura medieval, era “un hombre concienzudo y de mente crítica”. Jean Piaget confiesa que jugó una gran y profunda influencia en sus inclinaciones. Aparte de tener la ventaja que supone un ambiente cultivado, le habituó a interesarse por los detalles y analizarlos, hasta saberlos incluir en la síntesis general de las cosas.
Su madre, por el contrario, aunque inteligente, delicada y profundamente religiosa, parece ser que desempeñó un papel negativo. Jean Piaget, corre un discreto velo sobre la cuestión. Se limita a decir que era “un temperamento más bien neurótico” y que “hizo algo problemática nuestra vida familiar”. Seguramente debido a este desequilibrio, (la atmósfera que reinaba en el hogar) Piaget tempranamente se transformó en un muchacho serio, callado, que buscó los sucedáneos de la vida en su afición por la mecánica, los pájaros, los fósiles y las conchillas marinas.
Jean Piaget pronto se destacó en los estudios secundarios. Pero ávido de conocimientos, con un impropio y profundo temperamento de rebelión, quiso cruzar los límites de la enseñanza básica, porque la dominaba sin esfuerzo y más que nada porque sentía el deseo de conocer a toda costa.
Su entrada en el mundo científico es temprana; dejemos que lo diga él mismo: “mi primer artículo (un estudio sobre una página sobe un gorrión semialbino que había observado), fue a la edad de 10 años”. Y en su autobiografía cuenta que este artículo se publicó en la “Revista de Historia Natural de Neuchâtel” y como resultado, se le invitó a ocupar el cargo de curador del Museo de Historia Natural de Ginebra. Pero la invitación fue cancelada cuando el director del museo descubrió que el autor del artículo era un niño de 10 años.
Muy poco tiempo después, interesado por los fósiles, se presentó al Museo de Historia Natural de Neuchâtel con el deseo de trabajar. Su director, un hombre ya entrado en años y bondadoso (Piaget reconocerá “con una maravillosa paciencia”) le facilitó la entrada, orientándole en la clasificación de su vasta colección de conchillas. Piaget recuerda este retazo de su vida con afecto; este aprendizaje de un hombre atento y maravillado ante el mundo, que además de enseñarle el abecé supo ampliarle conocimientos, incluso regalarle muestras para que ampliase su colección particular. Cuando transcurridos cuatro años murió su primer maestro, Piaget ya sabía lo suficiente: recordemos que empezó a publicar trabajos sobre malacología en revistas especializadas.
Durante su adolescencia se interesó por la zoología: ”Yo comencé a estudiar los moluscos a los 10 años”. El director del museo de Historia Natural de Neuchâtel, que era especialista en la materia, me invitaba a ayudarle dos veces por semana. Yo pegaba con él las etiquetas en su colección de conchas, y él me enseñaba la moluscología. Publiqué mis primeros artículos sobre las conchas a los 15 años”.
Como dato curioso podemos apuntar que, a raíz de estas precoces publicaciones, el Museo de Historia Natural de Ginebra le ofreció el cargo de conservador de moluscos, y que Piaget no pudo aceptar porque aún estaba en edad escolar. Esto fue sin duda lo que le instigó a redoblar sus esfuerzos para terminar la enseñanza secundaria y entrar en la universitaria.
Jean Piaget se matriculó en la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Neuchâtel. Después de unos cursos brillantes se graduó, y en 1918, se Doctoró con una tesis sobre malacología titulada “Los moluscos de Vallais”; aparentemente, lo que había sido su sueño juvenil, y parecía ser una orientación definitiva, según veremos sufrió unas variaciones fundamentales.
Durante este período publica dos libros cuyo contenido es filosófico y que, aunque el autor los describirá más tarde como “escritos de adolescencia”, serán determinantes en la evolución de su pensamiento.
En efecto, ya en su adolescencia, Jean Piaget leyó numerosas obras sobre Filosofía, Religión, Sociología y Psicología. La precocidad le había llevado también por estos caminos. De todas sus lecturas, empero, la que más impacto le causó fue la obra de Bergson. En su Autobiography recuerda que fue su padrino quien le introdujo en el pensamiento del gran filósofo francés y puntualiza: “La identificación de Dios con la vida misma era una idea que me perturbó casi hasta el éxtasis porque me permitió ver en la biología la explicación de todas las cosas incluyendo la mente”.
Y es en este período en el que Piaget intuye la estrecha relación que existe entre la Biología y la Filosofía. “Mi nueva pasión por la Filosofía fue alentada por mi padrino que me hizo conocer “La Evolución Creadora” de Bergson. El problema del conocimiento me apareció repentinamente bajo un nuevo punto de vista. Me convencí rápidamente de que la mayor parte de los problemas filosóficos concernían al conocimiento y que la mayor parte de estos problemas provenían de la Biología. En efecto, el problema del conocimiento es el de la relación entre el sujeto y objeto, el modo por el que el sujeto conoce al objeto. Si eso se traduce en términos biológicos se evoca a la adaptación del organismo a su medio. Yo decidí consagrar mi vida a esta explicación biológica del conocimiento”.
Veamos como el joven Jean Piaget decidió orientar su vida con el propósito de hallar una explicación biológica del conocimiento.
Recién graduado en Ciencias Naturales, sufrió las mismas tentaciones científicas, por decirlo de algún modo, que los evolucionistas, tratando de trazar la continuidad del hombre. Teilhard de Chardin lo hizo con la Teología, como Charles Darwin, el padre de todos, en su tiempo lo planteó en el neto terreno de la biología. Pues bien, Jean Piaget lo emprendió como una teoría del conocimiento que permitiese hallar el desarrollo del pensamiento normal.
Pulaski, en una semblanza biográfica lo resume en los siguientes términos: “El problema del conocimiento –el problema epistemológico referido a cómo y qué es lo que conocemos- ha sido un desafío para los filósofos a lo largo de los siglos. Pero entre este problema filosófico y su sustrato biológico existía un eslabón perdido: la mente humana. Esta circunstancia, según comprendió Piaget con posterioridad, sólo podía ser entendida merced a la psicología. Puesto que la mente es la que conoce y la que está basada en el cuerpo y está sujeta a las leyes de la herencia”. En unas palabras, Jean Piaget comprendió (lo que sería su legado científico) que el término de “epistemología genética” era capaz de expresar que el desarrollo intelectual se halla enraizado con el desarrollo biológico del ser humano.
Una última circunstancia configuraría su destino biográfico. La salud de su madre que al principio le convirtió en un muchacho serio e interesado por la malacología, más tarde le llevó hasta la curiosidad por la psicopatología y, especialmente, por las teorías freudianas. Así, pues, una vez realizado su Doctorado decidió trabajar en la clínica psiquiátrica que Eugen Bleuler regenteaba en Zurich. La estancia con Bleuler podemos calificarla como un aprendizaje práctico. Piaget aprendió la asistencia clínica, la confección de las historias, o biopatografías, que más tarde tendrá ocasión de aplicar en sus cuestionarios sobre el desarrollo de los niños. Pero su permanencia solamente duró un año, porque decidió ampliar estudios en París; estancia que sin duda certifica un buen número de cuestiones.
Durante un año, trabaja en París en el Laboratorio de Alfred Binet; allí, estudia problemas relacionados con el desarrollo de la inteligencia.
Jean Piaget siguió estudios de psicopatología en la Sorbona. Al mismo tiempo de la ampliación de sus estudios universitarios, trabó contacto con Teófilo Simon, que contribuyó con Binet en la elaboración de los célebres tests de inteligencia. Y fue Simon quien le sugirió que acoplara los tests concretos, sobre el razonamiento de Burt, que se utilizaban en la escala de Binet y entonces se aplicaban a los niños de París.
“Estos test –escribe Pulaski- consisten en preguntas que involucran relaciones de una parte con el todo, tales como: “algunas de mis flores son ranáculas. ¿Mi ramo contiene: a) sólo flores amarillas; b) algunas flores amarillas; c) ninguna flor amarilla?”  Preguntas como estas, descubrió Piaget, eran muy difíciles para niños menores de once a doce años porque tenían dificultades para comprender la relación que existían entre la parte (flores amarillas) y el todo (el ramo). Se encontró más interesado en la razón por la que los niños fracasaban en los test que en el establecimiento de las normas para el éxito. ¿Qué caminos utilizaban los niños para alcanzar sus respuestas? ¿Qué procesos de pensamiento son los que extravían? ¿Qué factores no alcanzan a comprender en la búsqueda de las soluciones?” En unas palabras, este esquema de trabajo, impulsado por Simon, constituyó su primer punto de partida; la etapa en París, si se quiere de un modo imprevisto, había cumplido sus objetivos.
Trabajó en los laboratorios de Wreschner y de Lipps; y comenzó a aplicar los tests de Burt que concluyeron en una serie de artículos. Uno de estos artículos, “Une forme verbale de la comparaison chez l’enfant” (1921), fue publicado en el “Archives de Psychologie” (Ginebra).
Éstos llamaron la atención de Edouard Claparède, sobre estas fechas Director del Institut Jean-Jacques Rousseau de la Universidad de Ginebra, un centro destinado a estudiar científicamente los problemas de la infancia para dar cuenta de ellos, y a la vez entrenar, a los maestros de enseñanza primaria. Claparède le ofreció el puesto de Director de Investigaciones del Instituto y, en 1921, Jean Piaget aceptó el encargo, llevaba dos años de estancia en París y, cuando emprendió el camino definitivo de su vida, solamente contaba 25 años de edad.
En Ginebra, en el año de 1923, contrajo matrimonio con una de sus alumnas del Instituto, Valentine Chatenay, con quien tendrá tres hijos que le permitirán estudiar el desarrollo de la inteligencia desde el nacimiento hasta la aparición del lenguaje. Junto con su esposa, pasó mucho tiempo observando el comportamiento espontáneo de sus hijas: Jacqueline, Lucienne y Laurent.
 
Jean Piaget trabajó durante diez años en dicho Instituto. En los cinco primeros completamente dedicado –luego ya veremos que debe compartirlo con las actividades académicas- publicó cinco libros sobre lo que constituirá la base de la actual “epistemología genética”; el joven biólogo había decidido emprender amplios y nuevos caminos en el dominio de la psicología.
En 1926 fue nombrado Profesor de Filosofía en la Universidad de Neuchâtel, donde a partir de 1929 ocupó la cátedra de Psicología Infantil e Historia del Pensamiento Científico, para más tarde desarrollar la de Psicología Experimental. Además, durante esta época dio cursos de Filosofía, Psicología y Sociología en algunas universidades, especialmente en Lausana.
Paralelamente, amplió sus estudios abarcando la problemática de la pubertad y de la adolescencia, iniciando su colaboración con Alina Szeminska y Bärbel Inhelder, presentando libros sobre el desarrollo del pensamiento lógico referido a los números, la geometría, el espacio, el tiempo y la cantidad; sin contar, una gran cantidad de artículos sobre el desarrollo de la percepción en los niños.
Desde 1937 hasta 1954 fue Profesor de Psicología General en la Universidad de Ginebra y, durante varios años, también profesó en la Sorbona. Después de la Segunda Guerra Mundial, en la que desde su atalaya neutralista favoreció la causa de los intelectuales y hombres de ciencia perseguidos, sin distinción de nacionalidades y sólo teniendo en cuenta la universalidad del pensamiento, ofreció generosamente su tiempo a la UNESCO, y fue nombrado miembro del Consejo Ejecutivo.
En el año 1955 Piaget creará el Centro Internacional de Epistemología en la Universidad de Ginebra, el cual dirigirá hasta su muerte. Entre las múltiples distinciones estimamos suficiente constatar que ha recibido el homenaje de todas las universidades más representativas del mundo, así como el reconocimiento de varias academias científicas.
En 1925 Piaget fue nombrado Profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Ginebra, enseñando Psicología Experimental. En l929 se dedicó por completo a su trabajo en la Universidad de Ginebra y, en el mismo año, llegó a ser Director de la Oficina Internacional de la Educación, una organización intergubernamental, y que más tarde se afiliaría a la UNESCO. Piaget fue nombrado representante de su país y miembro del comité ejecutivo de la UNESCO. Así que Piaget comenzó a aplicar su teoría a la pedagogía.
 
En 1940 asumió el cargo de Director del Laboratorio de Psicología en Ginebra, y en 1955, ayudado por la Rockefeller Foundation, Piaget estableció en Ginebra el Centre International d’Epistémologie Génetique.
En 1949, satisfizo una antigua ambición con la publicación de Introduction a l’epistemologie génétique –el manuscrito que había anticipado cuando llegó por primera vez a Ginebra, en 1921, y una esfera de estudio que le llevó a convertirse en fundador del Centro de Epistemología Genética de Ginebra. Este Centro, publicó bajo la dirección de Piaget, más de veinte volúmenes acerca de la investigación epistemológica.
Hay que mencionar también que de 1952 a 1963, sucedió en la Sorbona de París a Merleau-Ponty, un acontecimiento extraordinario si se considera que la última persona de nacionalidad extranjera que ocupó una cátedra en la Sorbona fue Desiderio Erasmo (1530).
En 1959 publicó, en tres volúmenes, la teoría del conocimiento que agrupa el trabajo de toda su vida. Hasta los setenta años dirigió su propio Instituto de investigación, el International Center of Genetic Epistemology y fue codirector del Institute of Educational Science.
En 1976, al cumplir los 80 años, se le rindió un homenaje en el Congreso Internacional de Psicología en París. Es uno de los pocos hombres que pudo asistir a la consagración mundial de sus obras y teorías mientras vivía.
La afiliación de Piaget a una amplia gama de asociaciones profesionales, su designación en la Sorbona, y la obtención de seis grados honorarios en cuatro países distintos, así como más de treinta Doctorados Honoris Causa de distintas universidades del mundo, destacan claramente sus estrechos contactos con los círculos científicos y universitarios de su tiempo. Además, prestó servicios en la UNESCO y fue director de la Junta Internacional de Educación. Sus publicaciones representan más de 18 000 páginas: unos sesenta libros y muchos centenares de artículos.
Esta fecundidad da pruebas de su mente infatigable y creadora, y confirma su propia observación de que la ampliación del horizonte individual permite abrir nuevas fronteras del conocimiento. Fundamentalmente, su obra es la de un psicólogo genético y un filósofo; su personalidad sensible y magnética y su humor cumplen la fundación de un “aglutinante internacional”, que contribuye a agrupar ideas afines. Como Colón, Piaget se propuso investigar tierras desconocidas. Pero descubrió un nuevo continente que aún ha de ser utilizado por muchas generaciones futuras.
La actividad de Jean Piaget, ya cumplida una fructífera trayectoria, siguió incansable. El Doctor David Elkind, da una relación, que hemos extraído de Polanski, sobre el horario de trabajo que mantuvo el célebre científico: “La vida de Piaget es tremendamente disciplinada. Llega temprano por la mañana, a menudo a las cuatro de la madrugada, y escribe cuatro o más páginas publicables en hojas cuadradas de papel blanco con su letra pequeña y pareja. Ya entrada la mañana, puede dar sus clases y atender las entrevistas. Sus tardes incluyen largas caminatas durante las que piensa con los problemas con los que debe enfrentarse habitualmente. Dice “Siempre me gusta pensar sobre un problema antes de leer nada acerca de él”. Al anochecer, Piaget lee y se retira a descansar temprano. Aun en el curso de sus viajes internacionales mantiene este sistema de horarios”.
Felipe Cid, autor de la mayor parte de esta biografía, la cual fue elaborada cuando Jean Piaget aún vivía, escribió: “Y hoy, cuando se redactan estas líneas, es seguro que persiste, con su boina y su pipa, en los grandes retiros de los Alpes, trabajando y pensando; haciendo sus paseos por la ciudad de Ginebra, donde la gente lo conoce y sus ideas cada día se hacen más familiares por todo el mundo científico”
 
Jean Piaget murió el 16 de septiembre de 1980, en la ciudad de Ginebra.
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